Tú, ingenioso hidalgo

En Rocinante ibas cabalgando,

tú, ingenioso hidalgo,

con tu buen amigo Sancho.

Por un lugar de La Mancha,

unas veces explorando

y otras veces batallando.

Sancho veía molinos

y tú, enemigos malos.

Sancho veía a una fea criada

y tú a una hermosa dama.

¡Ay! Alocado Don Quijote,

que tu mente no descansa,

deja en paz ya a los libros,

deja en paz ya a tu lanza.

Pedro el chapuzas

Había una vez un niño que era, en general, era un chapuzas. Se llamaba Pedro y tenía 7 años.

Un día, estando en la casa de sus primos, preguntó:”¿Qué hay para comer?¿Y qué haremos mañana?”(Refiriéndose a qué es lo que harían al día siguiente en un museo del que le hablaron).

Sus tíos respondieron:”Hay puré y de segundo, filete con patatas y ensalada. Y ya te hemos advertido de que comas bien y no protestes o si no, mañana tú estarás castigado en casa. Si vas, ten mucho cuidado porque a cada paso que das, o te resbalas, o tiras algo o a algien. No te vamos a hablar sobre qué es porque es una sorpresa. ¿Entendido?”

Él respondió que sí y que intentaría ser menos chapuzas.

Al terminar de comer, le felicitaron por haberlo hecho mejor que otras veces y le avisaron de que al día siguiente iría al museo.

Día tras día, Pedro, cada vez lo hacía mejor hasta que por fin, lo hizo genial. Porque claro, hacía mal hasta los deberes y su cuaderno estaba lleno de tachones.

Y de esta manera, Pedro dejó de ser tan chapuzas.

Y colorín colorado, este cuento se a acabado, y quien piense que miento que se caiga de su asiento.

Lucas, su abuela y el chocolate

Érase una vez un niño llamado Lucas.Tenía 8 años pero se comportaba como si tuviera 5.Era un niño llorón, goloso y caprichoso.
Un día que había ido a casa de sus abuelos, se encontró una tableta
de chocolate sobre la mesa del salón. Al verla se preguntó:”¿Quién la habrá dejado aquí?¿Qué pasará si cojo un trocito?” Y cuando ya lo había cogido y estaba dispuesto a hincarle el diente…llegó su abuela, que había ido a preparar la cena. Ella le quitó el chocolate:
-¡Ya te he dicho muchas veces que no comas nada antes de sentarte
a la mesa, porque precisamente tú, que eres un tardón, no debes: se
te quita el apetito!
Lucas, como era muy caprichoso y se había acostumbrado a tenerlo todo a ase de gritos y llantos, naturalmente, comenzó el “SHOW”:
gritó, lloró, pataleó, soltó lágrimas de cocodrilo…y, por supuesto,
aunque parecía que había inundado la cocina, su abuela no había
cedido ni una pizca.
Antes de limpiar el charco que Lucas había hecho, su abuela se lo había pasado tan bien haciendo y lanzando barquitos de papel a navegar que hasta le dieron ganas de hacerse una foto chapoteando en el agua como cuando era pequeña y se dijo:”¡Qué tiempos aquellos en que yo era como mi nieto!¡Tiene a quién salir!”
Cuando Lucas vio los barquitos que había hecho su abuela, en seguida dejó de llorar y berrear y se puso a jugar con ellos. Se olvidó
del chocolate por completo.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado, y quién piense que miento, que se caiga de su asiento.
                                                          FIN 

La vecina

La vecina dijo:
-¡Hola Eva!
Voy a hacer borrón
y cuenta nueva.
-¿Por qué?preguntó Eva.
Porque en esta huevera
entran menos huevos
que en mi nevera.
Porque mi nuevo lavabo
se ha estropeado,
y otro nuevo lavabo
he comprado
y el estropeado
lo devuelvo
en el mes de Mayo.
Y no te creas
que ha sido barato,
¡me he quedado
sin un ochavo!

El pajarito, la jirafa y el monito gracioso

Había una vez, una jirafa, un monito gracioso y un pajarito que no sabía volar.

Un soleado día, en la selva, el pequeño pajarito, intentaba alcanzar fruta de un árbol para comer.

Entonces, el pajarito llamó a su mejor amigo, el monito gracioso y le dijo:

-¡Buenos días amigo monito! No alcanzo aquella fruta de allí, ¿me la puedes coger?

Y él le contestó:

-¡Pues claro que sí! Pero…creo que soy demasiado bajito. De todos modos, lo intentaré.

Y lo intentó.

-¡Huy! Jo, creo que no llego- dijo el monito.

El pajarito se lamentó:

-Pues nada, déjalo, ¡y yo que tenía tanta hambre…!

El monito, al oír aquellas palabras, lo alegró diciéndole:

-¡No te preocupes! Llamaré a mi amiga la jirafa. Seguro que ella si que llega.

Y el pajarito exclamó:

-¡Muchísimas gracias! Ahora si que no pasaré hambre.

Habiendo llamado ya a la jirafa, esta también lo intentó, pero tampoco lo consiguió.

Pero…¡El pajarito tuvo una gran idea!:

Chicos, ¿qué os parece si nos montamos unos encima de otros y comemos todos?

Ellos exclamaron llenos de alegría:

-¡Sí! ¡Qué gran idea has tenido!

-¡Cómo mola! ¡Yo nunca lo he hecho!

¡Y comieron hasta casi explotar de comida!

 FIN 

Chistes graciosos

Un enfermo le dice a un médico:

-Doctor, doctor, me siento mal.

Y el doctor le responde:

-Pues siéntese bien.

Están dos locos sentados en un banco y uno le dice al otro:

-¡Soy rey, Dios me lo ha dicho!

Y el otro le dice:

-¡Ja!¡¿Y cuándo te he dicho yo eso?!


En el parque

      Un frío día de invierno fui con mis 6 amigos y mis padres a patinar al

  lago del parque.

      Me gustaba mucho ir allí porque había muchos árboles y algunos de

  ellos los decoraban en Navidad.

      Cuando llegamos, mi madre se sentó a leer el periódico mientras que

  mi padre  nos decía:

  -¡Cuidado, que os vais a caer!: y nadie hacía caso.

      Javi y Mary se deslizaban muy rápido sobre la superficie helada.

      Yo estaba helada y empecé a tiritar. Al final no patiné casi nada.

      Álvaro, que es un patoso, se resbaló y empezó a quejarse de un brazo.

      Nosotros pensábamos que lloraba por nada.

      Como no podía mover el brazo, mi padre llamó por teléfono a una

  ambulancia y en lo que venía, nos dijo que recogiésemos los bártulos.

  Laura era una máquina haciéndolo y en un momento estuvo todo listo

  para irnos.

      Cuando llegó el médico, le miró y nos dijo que seguro que se había

  roto el húmero y que había que llevarle al hospital. Todos queríamos ir

 en la ambulancia para acompañarle y porque estaba calentita, pero no

 nos dejaron.¡Qué faena!

      Por el camino se les pinchó un neumático y tuvieron que llamar a un

  helicóptero.¡Ahora si que nos hubiera gustado ir con él!¡Qué suerte

  tuvo Álvaro!

      Al día siguiente llegó al cole con una super-escayola.¡Todos se la

  pintarrajeamos y le hicimos dibujitos!

Los murciélagos negros

      Todo empezó en verano.Tenía 5 años y estaba en

  la casa vieja del pueblo.

      Un día, cuando estaba subiendo para acostarme…¡ví

  cuatro murciélagos colgados de una viga al lado de la

  habitación! Yo estaba sola…¡y me quedé asombradísima!

      ¡Era increíble poder verlos!Yo pensaba que sólo vivían en 

  cuevas oscuras.

      Al día siguiente, los dibujé en mi cuaderno del verano.

  Subí muy despacio para no asustarles porque las escaleras

  crujían:¡Ñec, ñec!

  Allí estaban otra vez colgados cabeza abajo.Eran negros,

  muy bonitos.Así, tres o cuatro días seguidos subiendo a verles.

      (Y para que lo sepáis,¡no era “HALLOWEEN”, estábamos en agosto,

  era verano!)

      Al final, un día vimos que ya no estaban porque…hicieron

  mudanza. No sabemos por qué se fueron.

      Nosotros creemos que fué porque hacíamos demasiado

  ruido y encendíamos la luz que tenían al lado.

      Y claro, todo el mundo sabe que a los murciélagos y a los 

  animales nocturnos no les gusta la luz, por eso duermen por el día.

   FIN