Había una vez un niño que era, en general, era un chapuzas. Se llamaba Pedro y tenía 7 años.
Un día, estando en la casa de sus primos, preguntó:”¿Qué hay para comer?¿Y qué haremos mañana?”(Refiriéndose a qué es lo que harían al día siguiente en un museo del que le hablaron).
Sus tíos respondieron:”Hay puré y de segundo, filete con patatas y ensalada. Y ya te hemos advertido de que comas bien y no protestes o si no, mañana tú estarás castigado en casa. Si vas, ten mucho cuidado porque a cada paso que das, o te resbalas, o tiras algo o a algien. No te vamos a hablar sobre qué es porque es una sorpresa. ¿Entendido?”
Él respondió que sí y que intentaría ser menos chapuzas.
Al terminar de comer, le felicitaron por haberlo hecho mejor que otras veces y le avisaron de que al día siguiente iría al museo.
Día tras día, Pedro, cada vez lo hacía mejor hasta que por fin, lo hizo genial. Porque claro, hacía mal hasta los deberes y su cuaderno estaba lleno de tachones.
Y de esta manera, Pedro dejó de ser tan chapuzas.
Y colorín colorado, este cuento se a acabado, y quien piense que miento que se caiga de su asiento.
Érase una vez un niño llamado Lucas.Tenía 8 años pero se comportaba como si tuviera 5.Era un niño llorón, goloso y caprichoso. Un día que había ido a casa de sus abuelos, se encontró una tableta de chocolate sobre la mesa del salón. Al verla se preguntó:”¿Quién la habrá dejado aquí?¿Qué pasará si cojo un trocito?” Y cuando ya lo había cogido y estaba dispuesto a hincarle el diente…llegó su abuela, que había ido a preparar la cena. Ella le quitó el chocolate: -¡Ya te he dicho muchas veces que no comas nada antes de sentarte a la mesa, porque precisamente tú, que eres un tardón, no debes: se te quita el apetito! Lucas, como era muy caprichoso y se había acostumbrado a tenerlo todo a ase de gritos y llantos, naturalmente, comenzó el “SHOW”: gritó, lloró, pataleó, soltó lágrimas de cocodrilo…y, por supuesto, aunque parecía que había inundado la cocina, su abuela no había cedido ni una pizca. Antes de limpiar el charco que Lucas había hecho, su abuela se lo había pasado tan bien haciendo y lanzando barquitos de papel a navegar que hasta le dieron ganas de hacerse una foto chapoteando en el agua como cuando era pequeña y se dijo:”¡Qué tiempos aquellos en que yo era como mi nieto!¡Tiene a quién salir!” Cuando Lucas vio los barquitos que había hecho su abuela, en seguida dejó de llorar y berrear y se puso a jugar con ellos. Se olvidó del chocolate por completo. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado, y quién piense que miento, que se caiga de su asiento. FIN
La vecina dijo: -¡Hola Eva! Voy a hacer borrón y cuenta nueva. -¿Por qué?preguntó Eva. Porque en esta huevera entran menos huevos que en mi nevera. Porque mi nuevo lavabo se ha estropeado, y otro nuevo lavabo he comprado y el estropeado lo devuelvo en el mes de Mayo. Y no te creas que ha sido barato, ¡me he quedado sin un ochavo!